FRAGMENTO DE LA SIESTA DE LOS MARTES
POR GABRIEL GARCIA MARQUEZ*
….( )
La mujer de la casa las condujo hasta un escaño de madera y les hizo señas de que se sentaran. La puerta del fondo se abrió y esta vez apareció el sacerdote limpiando los lentes con un pañuelo.
-Que se les ofrece? -preguntó.
-Las llaves del cementerio -dijo la mujer.
-Con este calor -dijo-. Han podido esperar a que bajara el sol. La mujer movió la cabeza en silencio. El sacerdote pasó del otro lado de la baranda, extrajo del armario un cuaderno forrado de hule, un plumero de palo y un tintero, y se sentó a la mesa. El pelo que le faltaba en la cabeza le sobraba en las manos.
-Que tumba van a visitar? -preguntó.
-La de Carlos Centeno -dijo la mujer.
-Quién?
-Carlos Centeno -repitió la mujer.
El padre siguió sin entender.
-Es el ladrón que mataron aquí la semana pasada -dijo la mujer en el mismo tono-. Yo soy su madre.
-De manera que se llamaba Carlos Centeno -murmuró el padre cuando acabó de escribir.
-Centeno Ayala -dijo la mujer-. Era el único barón.
-Firme aquí.
La mujer garabateó su nombre, sosteniendo la cartera bajo la axila. La niña recogió las flores, se dirigió a la baranda arrastrando los zapatos y observó atentamente a su madre.
El párroco suspiró.
-Nunca trató de hacerlo entrar por el buen camino?
La mujer contestó cuando acabó de firmar.
-Era un hombre muy bueno.
El sacerdote miró alternativamente a la mujer y a la niña y comprobó con una especie de piadoso estupor que no estaban a punto de llorar.
La mujer continuó inalterable:
-Yo le decía que nunca robara nada que le hiciera falta a alguien para comer, y él me hacía caso. En cambio, antes, cuando boxeaba, pasaba tres días en la cama postrado por los golpes.
-Se tuvo que sacar todos los dientes -intervino la niña.
-Así es-confirmó la mujer-. Cada bocado que comía en ese tiempo me sabía a los porrazos que le daban a mi hijo los sábados a la noche.
-La voluntad de Dios es inescrutable -dijo el padre.
Desde antes de abrir la puerta de la calle el padre se dio cuenta de que había alguien mirando hacia adentro, las narices aplastadas contra la red metálica. Era un grupo de niños. Cuando la puerta se abrió por completo los niños se dispersaron. Suavemente volvió a cerrar la puerta.
-Esperen un minuto -dijo, sin mirar a la mujer.
Su hermana apareció en la puerta del fondo, con una chaqueta negra sobre la camisa de dormir y el cabello suelto en los hombros. Miró al padre en silencio.
-Qué fue? -preguntó el.
-La gente se ha dado cuenta -murmuró su hermana.
-Es mejor que salgan por la puerta del patio -dijo el padre.
-Es lo mismo -dijo su hermana-. Todo el mundo está en las ventanas.
La mujer parecía no haber comprendido hasta entonces. Trató de ver la calle a través de la red metálica. Luego le quitó el ramo de flores a la niña y empezó a moverse hacia la puerta. La niña siguió.
-Esperen a que baje el sol -dijo el padre.
-Se van a derretir -dijo su hermana, inmóvil en el fondo de la sala-. Espérense y les presto una sombrilla.
-Gracias -replicó la mujer-. Así vamos bien.
Tomó a la niña de la mano y salió a la calle.
*Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1928), es la figura más representativa de lo que se ha venido a llamar el Realismo Mágico.