EL REFLEJO DEL DISPARO
Por Moisés García Hernández*
Sintió la frialdad del arma en sus dedos como una prolongación del sentimiento que lo decidía. Miró a su alrededor estudiando el escenario: las frondas de los abetos apenas agitadas por la brisa, el césped que parecía un ejército inclinándose al contacto del aire. Lo despoblado del parque le resultó acorde al sentimiento de fatalidad que deseaba infundir a un posible testigo. Ahora sólo restaba la presencia de Silvia.
Echó una ojeada a su reloj y sintió la aflicción condensada en su garganta: ya no debería tardar “la serpiente”. En cualquier momento la vería avanzar en zigzag entre los abetos como algunos reptiles. Disfrutó la sensación de imaginarla frente a él: los ojos deslumbrados, quizá con la expectativa del perdón revoloteando en su cabeza, la boca entreabriéndose al ritmo del surgimiento del revólver y su grito de horror segundos antes del disparo.
Pasado un tiempo consultó nuevamente su reloj. Continuaría ahí sentado con la esperanza absurda de que su presencia retuviera la claridad propicia de esa tarde nublada, lo húmedo y pastoso del aire. De pronto miró a Silvia frente a él con el abrigo abierto, con su belleza nómada insinuándose en las medias; había llegado por detrás rodeando el estanque. La miró como quien mira un árbol, con una indiferencia forjada a golpe de recelo.
Sin una palabra, limitándose a sostener la mirada inquisitiva de la mujer, hundió la mano izquierda en el sobretodo y sintió la frialdad del metal ascendiéndole a la palma, al corazón encogido tras sus barrotes de hueso, al cerebro que ahora recibía el impacto; esa heladez pánica transmitiéndose hasta la mujer que gritaba horrorizada pidiendo ayuda.
*Colaboración de la Sociedad de Escritores Michoacanos con Contenedor de Arte. Moisés García Hernández reconocido escritor, sobre todo de cuento, es pasante de la Licenciatura en Filosofía en la UMSNH.