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MUJERES IMPULSANDO LA BICICLETA

Por Paola Ortiz

Carishina es una expresión que se conforma por dos palabras kichwas, cari-hombre y shina-similar. Es usada en Ecuador para describir a una mujer que le gusta realizar actividades socialmente asociadas con los hombres. No es extraño escuchar a una abuela regañando: “¡Mijita! ¡Deje de jugar futbol y venga a la cocina! ¡No sea carishina!”.

Andar en bicicleta es una actividad que ha venido tomando fuerza como respuesta a las problemáticas medioambientales y de movilidad urbana, agudizadas en gran parte por un modelo hegemónico que promueve el uso del vehículo privado. En esta evolución hacia un modelo más sustentable, la bicicleta ha tomado un papel protagónico. Sin embargo, su uso todavía arrastra desigualdades y prejuicios de género.

A finales del siglo XIX se consideraba incorrecto que una mujer anduviese en bicicleta. Por un lado, debido a argumentos “médicos” que pronosticaban -entre otras cosas- esterilización y abortos. Por otro, por cuestiones morales. Pese a esto, varias mujeres se opusieron a aquellos estigmas sociales y a través de sus bicicletas encontraron un símbolo de libertad.

Susan Brownell declaró: “La bicicleta ha hecho más por emancipar a la mujer que cualquier otra cosa en el mundo”. Y aunque esa lucha ha permitido que muchas mujeres hoy andemos con tranquilidad en bicicleta, seguimos siendo una minoría.

No hace mucho un líder iraní emitió una fatwa (pronunciamiento legal) que amenaza con castigar a mujeres que usen bicicleta, argumentando que “montar bicicleta atrae la atención de los hombres y expone a la sociedad a la corrupción, contraviniendo la castidad de la mujer”, a lo que muchas mujeres han respondido subiendo fotografías en bicicleta con el hashtag #Iranianwomenlovecycling.

Lo interesante es que, aunque en América Latina y el Caribe no existen este tipo de vetos, los niveles de participación de mujeres ciclistas siguen siendo muy bajos. Según Fundación Ciudad Humana, en la región apenas un 15% de todos los viajes en bicicleta lo realizan mujeres.

Después de vivir fuera del país donde usaba la bici como uno de mis medios de transporte, regresé a Quito y tengo que admitir que desde entonces no he vuelto a movilizarme en bicicleta. El principal factor que me impide hacerlo es el miedo a ser golpeada por un bus o un auto. Según esta encuesta de movilidad, de los 4,3 millones de viajes diarios en Quito, apenas un 0,3% se hacen en bicicleta. De esa pequeña cantidad entre el 15% y el 34% son realizados por mujeres.

Aunque Quito cuenta con aproximadamente 63 km de ciclovías, muchas de ellas todavía tienen interrupciones que no permiten una movilidad fluida y segura. Muchas mujeres -y hombres- se desaniman a andar en bicicleta por estas condiciones de inseguridad.

En este contexto surge el colectivo Carishinas en bici, integrado por mujeres que, adoptando este nombre estigmatizado, buscan empoderarse con una actividad que sigue siendo predominantemente masculina. Mujeres que, cansadas de perder tiempo en medios poco eficientes y de sufrir acoso en un transporte público saturado, buscan un modelo que se adapte mejor a sus patrones diferenciados de movilidad. Son mujeres que le apuestan a la bicicleta y promueven su uso. Para ello organizan varias actividades, como estas:

Con el programa “Hadas Madrinas” mujeres con experiencia en ciclismo urbano amadrinan a novatas (de cualquier edad, etnia o condición socioeconómica) y les enseñan a andar en bicicleta. De esta manera no solo reducen la brecha cuantitativa del uso de la bici, sino que mediante estas nuevas relaciones promueven una hermandad, una red social de mujeres que se sienten acompañadas y así, más animadas a pedalear en la ciudad.

En la plataforma virtual “Bici Zona” las carishinas -y simpatizantes- mapean aquellos lugares donde existe infraestructura para ciclistas: parqueaderos, talleres o lugares con kits de emergencia. Una especie de Waze bicicletero.

“La infraestructura y los servicios son un pilar clave para promover el uso de la bicicleta; en este sentido, contar con información actualizada puede facilitar que nuevas ciclistas viajen por rutas más seguras y servidas”, declaró el Banco Interamericano de Desarrollo.

Carishinas en bici es una entre otras iniciativas que están surgiendo en la región como Todas en Bici (Bogotá) o Mujeres en Bici (Ciudad de México). Si la bicicleta ha demostrado ser un medio para promover igualdad y el empoderamiento de la mujer, resulta interesante conocer experiencias exitosas que puedan ser replicadas en otras ciudades de la región en favor de la inclusión de género.

Estos movimientos que surgen desde la sociedad civil robustecen el camino hacia una movilidad más sostenible. Y aunque estas mujeres son una minoría dentro de otra minoría (los ciclistas urbanos), su lucha representa un gran potencial para lograr este cambio. Nuestras políticas de movilidad deberían buscar mecanismos para potenciar este tipo de iniciativas y de esta manera, construir ciudades más inclusivas y justas.

*Paola Ortiz es  ecuatoriana y colabora en el Banco Interamericano de Desarrollo a través del Moviliblog

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