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SUBLIMES MONOLITOS NEGROS

Por Verónica Loaiza Servín

La secuencia inicia con la imagen de la silueta de la tierra ascendiendo sobre la luna, mientras el sol, asciende como un gran cuerpo iluminado sobre la tierra. “El amanecer del hombre”: el cielo anaranjado en un paisaje terrestre, saturado de primates que se alimentaban de hierbas y beben de una pequeña fuente natural. Disputas entre tribus, un gran monolito negro rodeado por los primates. El monolito está alineado con el sol y la luna, justo como la escena inicial. Los primates comienzan a comer carne y se convierten en homo sapiens. Un hueso se lanza hacia el cielo y en cámara lenta gira sobre su eje, inmediatamente como una analogía, se funde en el cielo para convertirse en una nave espacial. “TMA-1”: La imagen se desvanece, nos traslada al futuro la nave rodea la tierra en el espacio; esta es la segunda parte del filme, denominado Anomalía Magnética de Tycho número uno.

Creo que tenía unos seis años cuando vi por primera vez el filme de Stanley Kubrick, cada una de las imágenes se implantó en mi mente. La historia continua en un entorno espacial en 1999, donde el Doctor Heywood Floyd viaja de la tierra a la luna en una nave mitad cohete, mitad avión. Hace una escala en una estación, al ritmo de “El Danubio Azul” de Johann Strauss, mientras se suspende la nave, baila en órbita. Se ejecuta la coreografía entre nave, la tierra y la música de fondo; entonces es que Heywood Floyd descubre un segundo monolito negro, el cual ha sido desenterrado de la luna colonizada por astronautas. Al momento que el sol aparece en escena en esa parte de la luna, el monolito comienza a emitir una fuerte señal acústica que deja desconciertos a los astronautas. “Misión a Júpiter”: El tercer monolito orbita a Júpiter entre escenas futuristas, diversos planetas, la nave espacial Discovery 1. Esta nave espacial viaja a Júpiter con cinco tripulantes, tres de ellos se encuentran en hibernación. Las escenas se desarrollan entre la gravedad cero y una serie de actividades donde los dos astronautas despiertos juegan dominó, comen, duermen, se ejercitan, dibujan, realizan actividades monótonas. HAL 9000 es la computadora y cerebro artificial, encargada de la misión espacial. En un momento de la historia esta máquina cuestiona a Bowman -interpretado por el actor Keir Dullea- acerca de la fidelidad de la misión secreta. Se produce una falla, el astronauta en su intento por arreglarla sospecha que algo anda mal con HAL y propone a su compañero desconectarla. Sin contar con que la máquina tiene la capacidad de leer los labios, HAL 9000 se da cuenta de su posible desconexión, pierda el objetivo de su programación y finalmente enloquece. Elimina a la mayoría de la tripulación dejando solo con vida a David Bowman, quien descubre la finalidad de la misión espacial; logra desconectar al cerebro artificial: el hombre vence a la máquina.

“Júpiter y más allá del infinito”: Un gran viaje por un túnel psicodélico a través del espacio, algo parecido a un hoyo negro, son algunos de los fascinantes elemento que Kubrick utiliza en 2001: Odisea del Espacio. Repentinamente las escenas espaciales se trasladan a una pequeña nave donde la decoración estilo Luis XVI dirige a Bowman a un viaje en el tiempo. El astronauta se convierte en anciano poco a poco, hasta terminar moribundo en una cama frente al monolito. Este último cuerpo negro se presenta hasta convertir al personaje en embrión. Así culmina el largometraje de 1968, con la escena de un feto dentro de una esfera flotando sobre la tierra.

Vi por primera vez esta película a los seis años, desde entonces las imágenes se me hacen impactantes. El simbolismo de Stanley Kubrick, su fotografía, capacidad de guión e influencia, lo hacen un ícono del cine del siglo XX. Durante muchos años soñé con las sublimes e intensas fotografías de 2001: Odisea del Espacio. El espacio como gran hoyo negro es el escenario donde el tiempo se interconecta entre pasado, futuro y presente. Las imágenes del fascinante mundo imaginario Kubrickiano, se reproduce en mi mente constantemente. Sin lugar a duda Stanley es una de las experiencias estéticas más sublimes que se puedan contemplar.

 

Verónica Loaiza es arquitecta, artista visual y gestora cultural. Directora de la asociación civil Contenedor de Arte. contenedordearte@gmail.com

 

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