Manifiesto del (próximo a ser) Licenciado de Artes Visuales
Por Rodrigo Galindo
Hace cerca de un año que terminé todos mis créditos en la Facultad de Artes y Diseño. Lo único que me hace falta para recibir mi título es terminar mi proyecto de investigación. Ahora, no se trata de la titulación de cualquier universidad, se trata de una universidad en artes. Esto significa que no se va a producir una tesis convencional, no se puede hacer eso sin ignorar completamente todo lo aprendido en la carrera acerca del arte.
El arte es cambio, es resistencia y constante movimiento… el arte es indefinible. Maldigamos juntos el trabajo artístico que no propone nada y que sólo es la reproducción infértil de fórmulas estériles. Existe una situación de crisis real entre el arte y la explotación capitalista laboral que lo inunda. Ya terminé la licenciatura pero lejos de “vivir del arte” he tenido que trabajar en una empresa durante más de tristes, agobiantes y demasiado largas horas; esto con el fin de generar el ingreso suficiente para poder pagar mi renta y mis alimentos.
Me levanto, con desprecio a mí persona por tener que levantarme para alguien más a las 6 de la mañana y estar obligado a recorrer un trayecto de una hora compitiendo con otros por un espacio minúsculo; corriendo como una persona sin un temor más grande en su vida que el de no poder alcanzar el siguiente vagón del metro, que puede o no estar ahí.
¿Y para qué? Para llegar a un estólido edificio; un contenedor maldito que me exige, a cambio de un salario y a cambio del tiempo de mi vida, de mi inteligencia y mi creatividad, que me dedique con todas mis fuerzas a producir utilidades y a producir (a) un ritmo acelerado de producción que no me hace ni más feliz ni más rico. Un lugar que no perdona ningún retraso y no sólo eso, lo condena: Es peor llegar tarde o faltar que enfermar.
He sufrido mucho en mi persona al tomar la forma de un trabajador explotado. Siento constantemente una fuerza que me aplasta, que quiere condicionarme y educarme. Me brinda la mejor forma para ser explotado. Pero yo no quiero eso, no quiero que me den forma y me exploten; tampoco deseo ser aplastado. Por fortuna no se puede tener junto por mucho tiempo un deseo ardiente de resistencia y una estructura represiva.
No es suficiente un sueldo seguro, ni prestaciones, ni un periodo vacacional, a cambio de mi absoluta pasividad y sumisión; nada lo es. No es un lugar que quiero ocupar. No quiero sacrificar la idea de que todo puede ser diferente.
Esta es una crisis que yo enfrento desde el arte; ese lugar invisible, intangible, que nos rodea en todo momento y que no percibimos por estar ciegos, conformes y asustados del cambio.
Quiero ser parte del problema. No quiero ser “el empleado del mes”. Quiero encarar y hacer ver la crisis. Desde el arte puedo gritar y resistirme a la falsa imagen creada de la comodidad.
Debo confesar que llegué a pensar que tener cualquier empleo era mejor a nada. Pero luego de percate de la manera en que me debilitaba y sentía que moría lentamente. Quiero “tiempo para vivir” no “tiempo para trabajar”. No quiero que mi vida este en venta al mejor postor, quiero que el mejor postor reconozca el valor de mi vida.
Desde el arte es mi lucha por el poder. Poder sobre el pensamiento, sobre mi propio cuerpo y mi vida. ¡Que me sancionen por llegar tarde! Mi tiempo de vida está por cobrar mayor valor que cualquier moneda.