Noticias

PUEBLEANDO POR ZITÁCUARO LUGAR FÉRTIL DONDE LA SEMILLA QUE SE SIEMBRA DA FRUTO

Por Alejandrina Pérez Ayala*

Nací en la más bella ciudad de la república mexicana y del mundo; me abstendré de decir el nombre para no herir susceptibilidades. Tengo una especial debilidad por los centros históricos, de cualquier ciudad. Me encanta ver sus antiguas y monumentales construcciones y andar en ellos para descubrir su traza urbana. Hace un par de años tuve la oportunidad de “brincar el charco” -como dicen por ahí- y pase una estancia de 2 meses en una ciudad española. La historia fue la misma, en cuanto llegue, poco me importo el jetlag, lo que yo quería era ya recorrer el centro. ¡Ha cómo patee la ciudad!, creo que cuando la dejé, esta descanso de mí.

Al mes de regresar de tal travesía, hice un recorrido por algunos pueblos de la meseta purépecha, donde, por cierto algunas personas con las que iba me preguntaban sobre si no extrañaba los paisajes de aquel país europeo, la respuesta fue “no”. Allá yo no vi paisajes tan hermosamente desordenados y con tanta variedad de verdes.

“Me encanta pueblear, me fascina conocer esos pequeños lugares de Michoacán porque están llenos de vida”.

Y mi familia también  disfruta de tal actividad, cada año nos reunimos toda la trifulca -proveniente alguna de Morelia, otra de Querétaro y otra parte más del Estado de México- en Tlalpujahua, la capital de la esfera, de las gorditas de sesos y de las frutas en conserva. Tenemos una especial de idolatría, que no podemos explicar, por lugares como Pátzcuaro, Quiroga o Cuanajo. Pronto queremos regresar a Tupátaro a comer sopes en los portales del pequeño pueblito.

Cuando visito esos lugares siempre hay una expectación en mí respecto a qué es lo que voy a encontrar ahí que en otro lugar no. Por ejemplo, si uno viaja de una ciudad a otra seguro encontrará la misma cadena de supermercados o franquicias. Pero cuando hablamos de otro tipo de ciudades, más pequeñas, ahí la cosa cambia, porque siempre hay algo que la hace diferente.

Hace unas semanas tuve la oportunidad de conocer la varias veces heroica Zitácuaro. Honestamente no había tenido la oportunidad de investigar que es lo característico del lugar, así que me deje sorprender. Para empezar nuestra anfitriona me dio un recorrido por el mercado… Por cierto, paso este tip, siempre que sea posible permita que un local le guíe por la ciudad, nadie como un ciudadano de a pie va a poder revelar la cultura y la identidad del lugar.

Volviendo al tema del mercado, que increíble lugar, pan por todas partes, café de grano, dulces, quesadillas. Luego, me llevaron a “la calle del hambre”, nombre irónico, puesto que ahí se puede encontrar todo el día una gran variedad de deliciosas garnachas, el rugir de la tripa se verá saciado.

Llamó enormemente mi atención la cantidad de vendedores que hay apostados en las calles con sus pequeños puestos ofreciendo variedad de frutas, hierbas de olor o medicinales, huitlacoche; no bueno, qué le cuento, todo tan naturalito, tan frondoso, tan libre de abonos químicos. Por cierto, si va tal vez se encuentre un estanque ambulante de truchas, en su presencia la matan y se la dan en una bolsita, lista para su cocción.

Después de ahí, nos pasamos a la plaza principal, ¡qué de gente, qué de vida moviéndose en todas partes! Los muchachos con sus uniformes porque van saliendo de la escuela, las señoras que vienen o van por los chiquillos a la primaria y de paso hacen algún mandado, los viejitos que se sientan a ver pasar el tiempo.

Luego, por azares del destino nos tuvimos que desplazar a un lugar muy cercano de ahí llamado San Pancho, donde por cierto tuve que hacer acopio de mi dominio propio para no deshacerme de la emoción mientras me contaban que el templo del lugar es del siglo XVI, usted no sabe lo que para un arquitecto restaurador ver una joya histórica de semejante época. La última parada fue en el Cerrito de la Independencia, dicen los geógrafos que para entender una ciudad se debe contemplar desde donde se tenga una perspectiva total de ésta y vaya que desde ahí no sólo se contempla la ciudad sino la cantidad de montañas y sierras que la rodean.

“No he viajado tanto como yo quisiera, pero trato de sacar las narices de vez en cuando “.

Trato de salir de mi ciudad para tener muy presente que mi microcosmos no lo es todo. Un día escuché decir a mi profesora española que sobre México se vende la idea que Guadalajara es lo más representativo, con lo ella no estaba de acuerdo, para ella ese lugar lo ocupa Michoacán, pues refleja lo mejor y lo peor del país. Yo estoy de acuerdo, para muestra sólo hay que darnos unas vuelta por alguno de estos lugares que he mencionado, obvio enfocándonos sólo en las cosas positivas, lo feo es otra historia.

Para terminar ¿qué impresión me deja Zitácuaro?, que es un lugar fértil, donde la semilla que se siembra da su fruto; que es vasto y generoso con sus ciudadanos; que hay vida moviéndose por todos lados, saboreando tantas cosas, y que qué importa sino tiene una gran catedral cuando está rodeada de sierras a modo de centinelas.

 

*Alejandrina Pérez Ayala es Maestra en Arquitectura formada en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y la Universidad Complutense de Madrid Su trabajo se relaciona con las líneas de investigación sobre habitabilidad urbana, ciudad y patrimonio.

 

 

Comentarios desactivados en PUEBLEANDO POR ZITÁCUARO LUGAR FÉRTIL DONDE LA SEMILLA QUE SE SIEMBRA DA FRUTO