REINSTAURACIÓN DE LOS ESPACIOS PÚBLICOS.
Por Adrián Solís Sánchez.
“Ocurre con las ciudades como con los sueños: todo lo imaginable puede ser soñado, pero hasta el sueño más inesperado es un acertijo que esconde un deseo, o bien su inversa, un miedo. Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos y de miedos, aunque el hilo de su discurso sea secreto, sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas y toda cosa esconda otra”, Italo Calvino (Las Ciudades Invisibles).
La cultura, la sociedad y la ciudad tienen una estrecha relación, la sociedad crea la ciudad y su cultura. En las ciudades las desigualdades, se perciben en el uso de los espacios urbanos, es clara la diferencia entre zonas, existe división de espacios con mestizaje donde conviven diferentes grupos sociales. Las ciudades varían en igualdad y seguridad, no sólo respecto el espacio físico que construyen, también en relación a sus habitantes, política y cultura.
«Las ciudades tienen la capacidad de proveer algo para cada uno de sus habitantes, sólo porque, y sólo cuando, son creadas para todos», Jane Jacobs.
Las divisiones y paredes surgen por la necesidad de protección del clima, del exterior, del enemigo, en un origen se buscaba protección, actualmente estos muros buscan separa al rico del pobre, a la zona residencial de la marginal. La violencia es producto de esta segregación, exclusión y desigualdad social, que crece rápidamente a medida que lo hace la sociedad.
El rumbo no puede ser favorable ni aislado con la división en lugar de la cooperatividad, con el consumismo en vez que ser solidario, impunidad en lugar de oportunidades. La sociedad tiene miedo al salir casa, selecciona calles o lugares que cree seguros o es víctima de la inseguridad.
Las ciudades actuales han sufrido la descentralización, surgen espacios fuera del centro, barrios pobres o fraccionamientos privados de lujo, amurallados, en busca de mayor seguridad, que genera una fragmentación social. Individuos ajenos a sus vecinos y a otros ciudadanos, dónde no existe empatía.
Por esto el ciudadano busca alternativas para su seguridad y se puede llegar a aislar, generando segmentación social e individualismo. La ciudadanía ha demandado seguridad y la ciudad se convierte un lugar para habitar mas no para vivir, donde el espacio público se usa para circular y no para generar encuentro, recreación o convivencia.
«No hay ninguna lógica que pueda ser impuesta a la ciudad; la gente la hace, y es a ella, no a los edificios, a la que hay que adaptar nuestros planes”, Jane Jacobs.
Desgraciadamente, en muchas ocasiones, la ciudad está pensada con espacios para circular no para generar un encuentro social y de recreación. Dónde las ciudades deberían de tener pulmones como plazas o espacios públicos que rescaten la calidad de vida del ciudadano y den identidad a los ciudadanos. Espacios donde la ciudadanía se reúna, haga peticiones, conviva, celebre y disfrute de actividades culturales, donde se creen vínculos de unidad como una sociedad.
Es necesario rescatar el cuerpo de la ciudad, sus órganos -plazas y espacios públicos- y arterias -calles y aceras-, de manera que coexista la unión, la empatía, el movimiento y la seguridad, en convivencia con diferentes grupos sociales, étnicos, dejando de ser ajenos unos de los otros.
La respuesta no está en construir muros más altos o en segregar más a los grupos sociales, la solución va encaminada a la unión y la igualdad.
*Adrián Solís Sánchez es estudiante de arquitectura de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y fotógrafo.